De partida tengo que decir que Thor no es uno de mis superhéroes de cabecera, con lo cual no iba al cine con demasiadas expectativas, al contrario del estreno de Spider-Man (EL SUPERHÉROE, con mayúsculas, de Marvel). Después de ver la peli de Sam Raimi salí, como se dice vulgarmente, cabreado como una mona. ¿A quién coño se le ocurrió que el cara de palo de Tobey McGuire podría ser Peter Parker? ¿Y la voluptuosa Mary Jane Watson? ¿Kristen “mohines” Dunst? ¡Venga ya! La película partía de un casting tan demencial que cualquier otro hallazgo visual quedaba empalidecido por los caretos de estos sobrevaloradísimos e inexplicablemente exitosos intérpretes. Vi las dos primeras partes con irritación creciente y pasé de la tercera (dicen que es la mejor, pero a mí ya no me quedaban ganas ni curiosidad por ver lo que habían hecho con mi superhéroe favorito).
El caso de Thor es distinto. No tenía ningún prejuicio en cuanto al casting y de entrada me chocaba la elección de Kenneth Branagh como director. Sus versión de “Hamlet” me parece la mejor adaptación del texto de Shakespeare al cine (incluso mejor que la oscarizada que protagonizó y dirigió Laurence Olivier en los años cuarenta). Su Frankenstein me parece que mereció más fortuna y “Los amigos de Peter” es una de mis películas favoritas. Asi que sentía curiosidad por ver que iba a hacer con un material tan ajeno en principio a sus intereses habituales. Pensé que podría dar un matiz adulto al folletín vikingo y su dicotomía dioses-humanos se prestaba a interesantes lecturas no muy ajenas al universo clásico del que siempre ha bebido Branagh. Además estaba por ahí Anthony Hopkins y, aunque hace tiempo que no elige un proyecto acorde con su talento, siempre es un plus añadido.
Anthony Hopkins, como Odin, junto a Chris Hemsworth y Tom Hiddelston, como sus hijos Thor y Loki, en un fotograma de "Thor". |
Asi pues, me encaminé al cine con ganas de pasar un buen rato sin malos rollos. Y me encontré con una soberana gilipollez, un festival de chorradas lleno de un vestuario kitsch que haría las delicias en un carnaval de provincias, una tensión dramática inexistente y un pulso narrativo similar al de Mariano Ozores en cualquier secuencia de “Los bingueros”. Se nota que el director ha querido hacerse el gracioso a falta de más mimbres pero Chris Hemsworth, con escenita sin camiseta incluida para enardecer al sector femenino de la platea, no es Johnny Depp y desde luego el unidimensional papel de dios vikingo se presta a menos chistes que el icónico pirata creado a golpe de talento por el propio Depp. Los efectos visuales son caros sin más, un despliegue de luces chillonas y explosiones coloristas en medio de decorados horteras a más no poder. La enésima parida de Marvel. ¿Y dónde estaba a todo esto el inteligente director de “Enrique V” o “Mucho ruido y pocas nueces”? Supongo que contando los billetes.
Eso sí, los críos que me rodeaban en el cine parecían pasarlo de miedo a juzgar por los estruendosos ruidos que me rodeaban. También en esto del cine, el salto generacional es brutal. Atrás quedaron los tiempos en los que no necesitabas tener diez años para disfrutar como un enano con “El secreto de la pirámide”, “En busca del arca perdida” o “La historia interminable”. También sabías distinguir muy bien donde estaba lo bueno cuando tenías que decidirte entre ir a ver “Los Goonies” y “Howard… un nuevo héroe”. Lástima.
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